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Baila realidad, ¡baila!

domingo, 6 de enero de 2008





Es curioso como un despertar prematuro puede marcar tu día. Los litros de una ingesta que no debió ser acelerararon el proceso de despertar que ese precoz malestar encefálico completó. No había ganas de comer y menos de higienizarme, pero por alguna razón que no estoy interesado en develar, realicé el proceso de igual manera.

Ante mi descarrilado día, me rebelé contra la idea de ser sólo un espectador de las quinientas veinticinco líneas o de estar preso de un mensajero idiotizante. Con los dedos gastados de tanto acariciar las cuerdas de mis instrumentos, se presentó ante mí ella...centelleaba como las luces en la oscuridad. Ahí estaba mi croquera animándome a ensayar líneas de grafito, sólo para saber qué resultaba de aquello.

Mientras mi mente dibujaba lo que parecía ser un tatuaje dentro de lo que se suponía era un brazo fibroso, comprendí el porqué de tantos años de auto exilio gráfico.

Realmente apesto cuando se trata de dibujar.

Ahora no comprendo el engaño al cual fui sometido por tanto tiempo de adulaciones y palmoteos en la espalda. Jamás he podido plasmar en una hoja lo que mi mente quiere hacer. En realidad, es mi mente la que no me ha dado la claridad de saber qué es lo quiero hacer con el papel. Esa fue la razón del exilio, odio ser un reproductor de ideas ajenas; quiero crear mas no puedo hacerlo.

Al comprender que mi proceso de “relajación” no había dado resultado, decidí salir solo. Después de meses decidí hacer algo sin contemplar a alguien en mis planes. Sin ningún tipo de compañía salí de mi casa sólo a estar solo.

Imagino que los designios vitales hicieron que ante mí se reflejara no sólo el acto más ególatra en el cual haya incurrido nunca, sino que además me dio la posibilidad de “cerrar un ciclo”.

Hoy pagué por un retrato mío.

Ah, ¿a alguien le cabe duda que el destino juega circularmente?. Justo el mismo día en que yo me manifiesto como un ente sin talento creativo/interpretativo para el dibujo, se me entrega la posibilidad de matar mi desilusión gráfica pagándole a alguien que dibujara por mí.

Una vez asumido el hecho de mi "sanación", vino el brebaje más agradable que se puede tomar, el gusto de mi ego.

Hace años que mi ego viene reprimiéndose para poder interactuar con las personas. Fueron demasiados comentarios que mermaron lentamente mi identidad. A través de los años, mucha gente alegó en contra de mi autoestima, muchos que incluso hicieron dudar que mi autoestima fuera tal, que sólo era un mecanismo de defensa. Finalmente todo aquello cuajó lentamente en el cuadro de inseguridades y estados de ánimo confusos que soy yo a ratos. He cohibido por muchos años el amor inconmensurable que siento por mi persona sólo para no afectar a los demás, me he evitado para ser amable.

Mientras miraba a la artista y pensaba en esto, comprendí que nada iba a quitarme este momento. Sin nadie a mi alrededor pude posar y quedarme quieto por diez minutos, sólo esperando que alguien gastara parte de su tiempo en contemplarme, analizarme y luego hacer algo que quedará para la posteridad. (En rigor el lugar estaba lleno pero nadie de ellos podía interesarme)

Sin recriminaciones, sin un atisbo de querer cambiar algo de mí, sin tener que transar ni negociar mis ideas, sin tener que esperar a que alguien le gustaran estas ideas, sin tener que demostrarle a alguien mi valía. No hubo nadie más importante que yo. Si yo no hubiese existido en ese momento, la artista no habría podido desarrollar su arte.

Hoy el lápiz y la hoja del artista estuvieran entregados a mí en cuerpo y alma, hoy fuimos retratados mi ego y yo.

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