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Mi memoria "casi" llena

jueves, 24 de mayo de 2007



Cuando uno comienza a hablar utilizando la palabra “casi”, por supuesto sabe que es algo que finalmente no ocurrió. De hecho, la palabra casi significa “Poco menos de”, “aproximadamente”, etc.

El “casi” nos entrega ideas, ilusiones, intentonas furtivas y en el mejor de los casos, arrepentimientos y alivio. Alivio de que algo terrible “por poco” no paso y nos salvamos de sufrir algún tipo de daño irreparable.

El problema radica cuando la “casi” ocurrencia de un hecho nos ha entregado ilusiones.

Generar ilusiones es como cargar el celular por media hora. Claro, se llena la barrita, pero no existe la duración necesaria para todo el día y a la primera llamada lo mas probable es que se acabe la carga. Cuando uno se ilusiona porque algo bueno va a pasar. Uno se energiza y existe la posibilidad de realizar cosas que no se suelen hacer, uno anda más feliz y le sonríe la vida, las cosas parecen marchar de muy buena manera porque al final de ese trecho, que puede ser largo o corto, existe la tremenda ilusión de que algo muy bueno va a ocurrir. Finalmente si ese hecho que debiera acontecer no ocurre, aterrizas como bajando a mil por hora en una bajada con peso.

Ese algo no ocurrió, pero “estuvo cerquita”, “casi pasa”.

El problema según mi particular óptica, no es tan grave. A la larga, el hecho no ocurre no más y tampoco va a marcar tanto en nuestras vidas. Es molesto, genera desilusiones, desgano y muchos otros “síntomas” que denominaremos como maña. Pero tampoco es tan terrible. Debiera suceder que al día siguiente nos repusiéramos y que no siguiéramos pensando en lo que casi pasa, seria bastante mas sano darse cuenta que la realidad golpeo y total, como dice aquel viejo adagio, “lo comido y lo bailado no lo quita nadie”. Comiste tus ilusiones y bailaste alrededor de tus ganas, pero fue un momento bonito durante el tiempo en que escuchaste esas armonías en tu interior.

De allí que en este espacio voy a escribir mis cinco momentos favoritos a lo largo de la vida en los que casi pasa algo, lo cual haré intentado recordar cuan feliz fui en esos momentos en los que esperaba que ese hecho ocurriera comparándolo con cuan triste fui cuando esos momentos no se cumplieron. En orden de importancia, este es mi TOP 5:

1. Cuando “casi” sale campeón la UC en 1994: En ese momento deje de amar el fútbol y comprendí que era una actividad como cualquier otra, la que se maneja por ciertos intereses comerciales de los cuales no entrare en detalles para no desviarme. Era tan feliz cuando la UC ganaba y ganaba y fui tan triste cuando perdió ese partido contra la U. Pero a diferencia de otros momentos, este lo agradezco porque me “rescato” de ser un tipo “enfermo del fútbol” para pasar a ser solo un tipo que disfruta de el. Lejos mi numero uno de la vida.

2. Cuando “casi” salí campeón con mi equipo en las olimpiadas de mi colegio en 2001: Triste por donde se le mire. Era mi ultimo año de escolar y nunca salí campeón de las olimpiadas que se organizaban año a año entre todos los colegios de la congregación. Ese año fue aun más triste porque había un buen equipo y teníamos muchas esperanzas, pero “no se pudo” y lo peor es que fue “por poquito”

3. Cuando “casi” fui ayudante de Sicología Social en 2003: Ahh, ese no vale, me estoy haciendo trampa. Ahí me dio mucha pena porque el “casi” fue que mi profe se murió. Eso no me dio pena por la no ayudantia, me dio pena por la muerte de un profesor que era más un amigo que un profesor. Muy triste y no tan alegre.

4. Cuando “casi” hice la práctica en Laboratorios Garden House en 2005: siempre he querido trabajar en una institución en la cual, cuando de mis datos no tenga que decir “si, mira es una empresa que se dedica a…”. Garden House era perfecto, buen sueldo para un practicante, buenas opciones de seguir ahí y bueno…aun espero el llamado. En este caso ni tan alegre, por que en esa época le tenía fobia al trabajo, ni tan triste cuando no me llamaron.

5. Cuando yo creía que “casi” iba a incursionar con una señorita en el 2006: la señorita en cuestión no era ni mi amor platónico ni la mejor mujer de la tierra, pero sin embargo recuerdo el “proceso” de salidas con harto cariño, me sentía cómodo y relajado, nunca tan ansioso como con otras minas. Y aun cuando hoy por hoy ya no tengo mucha relación con ella, (y en honor a la verdad nunca pasó nada tampoco) recuerdo con mucha buena vibra la terraza de la biblioteca de Matucana y el guitarreo a la orilla de la piscina sin agua el mismo día que probé la peor combinación de la historia: Pizza con piña. En este caso, es más lo alegre que fui a lo triste que me sentí.

Ahí esta. Puede ser que me salte datos, puede ser que no sea muy preciso, pero finalmente…es lo que hay.

Invito a los lectores a postear su TOP 5 de momentos que casi fueron en su vida.

Escudo de Armas

jueves, 10 de mayo de 2007

Te contaré una historia verídica, puedes no creerla, pero es cierta. Yo viví hace un par de semanas una justa, una de esas de tiempos medievales.

Distraído iba yo caminando dispuesto a atravesar con mis pasos una calle un tanto angosta, con la calle principal rodeando y respirando sobre el costado izquierdo de mi cuerpo, cuando repentinamente una bocina y muchos improperios interrumpieron mis pasos. Hube de quedar en la vereda opuesta a mi destino, aun cuando la línea de cebra indicaba que podía caminar hacia el frente.

Los improperios provenían de la boca de un noble caballero, edad media, a bordo de su corcel, algo alterado acaso por efectos de ciertos químicos rondando por sus venas. Vociferaba palabras en contra del otro hidalgo hombre, que intentaba avanzar su corcel hacia donde él estaba.

Mi situación era bastante expectante, era testigo ocular y auditivo de todo lo que ocurría. Yo que pensé que jamás tendría la oportunidad de ver una justa ante mis ojos, una de esas justas de tiempos medievales, ahora estaba frente a mí.

El hombre a mi izquierda intentaba doblar su caballo a mano derecha, desde la calle principal hacia la calle que era un tanto angosta. El hombre que vociferaba intentaba por su parte, manejar su corcel por la calle angosta y doblar a mano derecha, para ingresar a la calle principal. Este hombre que vociferaba tenía en sus manos un aparato que parecía ser un intercomunicador y que no le dejaba manejar de manera óptima las riendas de su corcel, el cual se descarrilaba utilizando todo el espacio de la calle angosta, la cual el hidalgo hombre osaba desafiar tratando de ingresar a ella..

Estando ahí entonces a medio metro de esta justa, noté que el hombre que vociferaba llevaba consigo un escudo hecho en Alemania, un escudo que simulaba el signo de la paz. (…Interesante, el hombre protege su paz a costa de quienes quieren atacarlo) Sin más preámbulos, la justa empezó a desarrollarse con una fuerza y una adrenalina que jamás había presenciado en vida.

El hombre vociferaba afrentas que invitaban a su adversario a retroceder o atenerse a las consecuencias:

- RETROCEDE PUES C%&/ D$ T/ MADRE, CÓMO PUEDES SER TAN TONTO!!! (ajá, ¡el hombre es un Noble, que duda cabe!, pronuncia letra por letra sus frases y además maneja información certera acerca no sólo de la capacidad intelectual de su adversario, sino también de su madre)

- QUE NO VES QUE NO PUEDO PASAR HUEVÓN, RETROCEDE TU CAG”·$· DE AUTO, ESTÚPIDO
(Impresionante, además de saber información sobre su adversario, el hombre continúa la afrenta contra el corcel)

Notaba que el hombre que vociferaba comenzaba a sudar más y más, sus ojos se desorbitaban, cada vez las afrentas eran más altas, todo sucedía casi en cámara lenta ante mis ojos.

El hombre que vociferaba estaba buscando su victoria, la presentía…pero no contaba con la hidalguía del otro hombre, que no era caballero pues no llevaba un escudo en su corcel. Pero él, a pesar de no llevar escudo, asumió la afrenta y se mantuvo en silencio ante los ataques del noble. (Que actitud más sabia, no meterse contra quien puede acabar contigo. Sabiduría del pueblo debe ser)

Cuando el hombre que vociferaba logró pasar su corcel por el lado del hombre silente, no lo miró a los ojos (como un buen noble que es) y cambió ese aparato intercomunicador por un cilindro nicotinoso en señal de su victoria ante quien osó desafiarlo.

Así fue como yo presencié una justa de nobles y corceles en pleno siglo XXI.

La ciencia del amor

martes, 8 de mayo de 2007

Si tuviese que hablar sobre amor, probablemente usaría siempre el condicional. Es complejo hablar sobre lo que uno no domina.

Sobre el amor que se le tiene a objetos, a familia y a amigos sí puedo hablar y decir qué me parece de mejor manera o de peor. Podría sentarme en agradables tertulias con mucha gente y llegar a los más bellos debates sobre cómo a un amigo se le agasaja, o sobre cómo se puede hacer que la familia de uno esté siempre bien.

Pero eso no es lo suficientemente “cool”. Además, si hablara de eso, probablemente sería un tema dominado y hemos ya notado que todos los temas que yo domino, terminan tarde o temprano por aburrirme.

Así entonces, con la patudez saliendo por mis venas, hoy tocaré el tema del amor de pareja. Es más, estoy titulando esto de manera de “explicar” el amor. Doblemente patudo y no me arrugo. Creo que es mi capacidad de poder hablar sin decir nada la que me ayuda a hablar de cosas que no manejo, sólo para intentar manejarlas de una buena vez.

En primer término, me pregunto yo:

¿Cuando el amor platónico deja de ser suficiente?

El amor platónico, si lo entienden como yo, es la idealización más pura de la contraparte. Es el sueño, la búsqueda constante y sin problemas. En los sueños no existen los problemas, sólo existen las fantasías que anhelamos cumplir. Todo es armónico y hasta la falta de belleza pasa por alto por algún tipo de reacción que generamos alrededor nuestro; nuestro y de nuestra pareja, claro está.

Toda relación debiera partir de la forma platónica, si no existiera ese componente de hipnosis autoimpuesta, no podría haber ningún tipo de relación, ya que no habría “eso” que la otra persona aparenta tener ante nuestros ojos y que quizás nunca lo tuvo.

Sin embargo, por más negativo que parezca, ese amor platónico siempre se acaba. El amor platónico es como el olor a plástico nuevo cuando te compras un artículo. Está ahí hasta que el artículo toma tu olor.

¿Qué se hace entonces? Si fueras yo, probablemente buscarías tranquilito otro amor platónico para saciar tus ganas de sentirse querido, o amado, o como se llame ese sentimiento que otra persona te haga cariño en el pelo y a ti no moleste, aunque te carga que se metan con tus rulos.

En qué momento de la vida entonces uno deja de buscar ese amor platónico, ¿Dejo de buscarlo alguna vez? O simplemente te aburres de experimentar lo mismo cada vez.

Existe una película llamada “alta Fidelidad” donde Rob le dice a Laura que él cree que deben casarse porque él no se aburre nunca de ella. Si bien me parece un argumento un tanto ligero para decidir compartir un proyecto de vida, tiene una raíz que no dejo de encontrarle razón.
El amor platónico es un amor lindo, casi celestial, pero no tiene consistencia. Es cíclico y predecible, todas las relaciones empiezan igual, con esos mismos gestos, esas mismas “mariposas” en el estómago, siempre tratando de ser mejor persona de lo que uno es. Pero este amor no necesariamente crece y se transforma en un amor sólido, capaz de soportar los olores, costumbre y mañas de la contraparte.

Y ahí es donde precisamente yo sufro. Porque nunca he logrado que ese amor platónico evolucione, siempre me quedo en la relación de “es entretenido, bien/no es entretenido, mal”. Por supuesto, lo anterior deja aflorar mis miedos más profundos. Tengo un temor a que otra persona pueda convivir con mis mañas más profundas. Siento temor a que otra persona pueda llegar a conocerme y me juzgue, más aun, ¡miedo a que traten de cambiarme!

Quizás es porque nunca conocí a la persona ante la cual pueda mostrar mi peor yo, o quizás es porque nunca dejé que esa persona pudiera “postular” a ser esa persona, no se si logro entenderme.


Qué ocurrirá si nunca dejo que ese amor platónico evolucione porque siempre espero a esa mujer que me hará sentir esa sensación todo el tiempo hasta mi tumba. ¿Que ocurrirá si sigo dejando personas en el camino, sólo porque no tengo la situación “controlada”? Me angustia pensar que estoy predeterminado a sacar a pasear mi perro por el parque un día sábado en la tarde para volver a mi departamento de cuarentón soltero, lleno de relaciones causales poco consistentes y sin ninguna opción de hacer crecer mi familia más allá de polmacarni (que debiera ser el nombre de mi perro)

Acaso entonces debo quitar de mis ilusiones ese amor platónico y sólo “conformarme” con tener una relación que no sea platónica, pero que “no me aburra”, como Rob.

O sea, la gran pegunta acá es si acaso el amor platónico es para todos, o hay (habemos) gente que no tiene ese “derecho” y sólo debe optar por tener una relación que satisfaga sus necesidades y no logre ese “valor agregado”.

Ahora, pensemos en eso un instante. Una relación que sea “sólo” buena, no tiene necesariamente que ser una relación mala. Quizás, el amor platónico es una característica que por natura está dada para cierta gente, así como la simpatía o como los rasgos que la mayor parte de la gente entiende por belleza.

De ser así, entonces nosotros los poco afortunados, aquellos que amamos pero no nos aman, aquellos que buscamos pero no nos buscan, aquellos que nos confundimos con un abrazo que no significa nada, debemos buscar gente que sienta lo mismo que nosotros y no aspirar a esas relaciones platónicas, algo así como la teoría del ying y el yang.

Así, sigo divagando sobre lo que es el amor y lo que son las posibilidades, pensando que no puedo exponerme tanto para escribir, pero que al final siempre termino haciéndolo.

Victimario & Víctima

miércoles, 2 de mayo de 2007

El fenómeno de pensamiento es algo tan particularmente maravilloso. Cómo lo que yo estoy pensando es en realidad algo tan ininteligible muchas veces para los otros. Es tan curioso como un código verbal que para uno es algo natural en otro aparece como una encriptación de órdenes y símbolos indescifrables.


Y el lenguaje no es una barrera. Estamos hablando de un lenguaje común, con los mismos vicios. Simplemente hablo de un miedo escénico que impide al interlocutor seguir el algoritmo que estás intentando explicar.


"Profe" "Profe" resuena la voz en tu cabeza y recuerdas vagamente cuantas veces tú hiciste lo mismo en el colegio y en tu universidad. Pero no lo recuerdas con mucha insistencia, porque ahora se trata de ti, tú eres la víctima, no el victimario.


Sabes que te están llamando para preguntarte algo que explicaste con toooooooda la paciencia y lentitud del mundo, justamente para que no te preguntaran las mismas wevadas!!! y te las preguntan!! y te las vuelven a preguntar y tu en tu interior piensas que no es posible que la gente sea así de des-atenta.


Ahh...maldita vida circular Te quema las vísceras saber que alguna vez dijiste lo mismo, pero con otro "nombre". Sabes que lo has hecho, sabes que lo sigues haciendo!! sabes que eres como ellos, que ya no eres tan víctima. Cómo pude ser tan insensible? Ahh, No, se trata de mí ahora, tengo que lamentarme, con lo enojado que estoy no estoy en condiciones de buscar explicaciones racionales a todo! Quiero ser emocional, esta vez quiero ser la víctima y reclamar con ganas contra todo!!... pero no!


-Papá!, No encuentro lo que me pediste (no lo buscaste)
-mamá!, no están los cigarros en tu cartera (están al fondo de ella)
-polola de rigor, es que no tenía cómo llamarte (no buscaste teléfono)
-amigo, sabes que me acordé de tu cumple justo el día siguiente (no lo anotaste)


No!! Salgan de mi cabeza todos esos ejemplos malditos, quiero sentirme MAL, quiero sentirme pasado a llevar, no pescado. Quiero sentir que me faltaron el respeto!!!!


...

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...aunque yo haga lo mismo todos los días de mi vida...