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Cuando pasa lo que no se explica

jueves, 25 de noviembre de 2010

Probablemente muchas cosas se podrían decir de un concierto de música popular acerca de lo masivo de la concurrencia, acerca de lo talentoso o no del ejecutante, acerca del sonido y la puesta en escena. Probablemente se dirán cosas ciertas, se dirán cosas exageradas, se dirán cosas llenas de cargas emotivas y otras exentas de ella.

Lo que viví en Buenos Aires hace dos semanas no es sin embargo,algo que se pueda explicar desde el punto de vista de la realidad, de lo verídico, de lo concreto. Lo que viví al vivir a Paul es algo que sólo puedo explicar a través de la emoción. Y tampoco es algo que quiero que me expliquen, no quiero que alguien me entienda. Sólo es algo que necesito escribir y leerlo de vez en cuando para intentar que el yo mismo de futuros momentos lo pueda entender.

Me quiero referir en primer término a la locación. Siento que Buenos Aires es un lugar donde quisiera vivir. Está bien, quizás es apresurado querer vivir en un lugar sólo por estar ahí por dos días. Reformularé diciendo que me gustaría vivir en aquel Buenos Aires que alojó a Paul, es decir el locus amoenus que representa no sólo compartir con gente que comprende el negocio del turismo a la perfección, sino que también con arquitecturas que trasladan, con ese aroma a urbe que existe en cada respiro. Sí, me replantié dejar todo y partir a Buenos Aires a formar mi vida futura. En fin, podría escribir mucho acerca de la ciudad, pero no es lo que querría el Rodrigo del futuro. Supongo que ya habrá tiempo para eso.

La locación era el estadio MONUMENTAL, con mayúsculas. Porque eso sí es monumental. Imponente, glorioso, sinónimos que parecen no lograr definir esa mezcla de materiales de concreto que estaba por albergar semejante cantidad de seres humanos pensando en lo mismo (no se si todos pensaban en lo mismo, pero al menos en algún momento debemos haber coincidido). Ahora, el estadio es gigantesco y emocionante, pero lo que pagó las lucas fue creerse argentino por algunos minutos sin dejar de ser chileno, preguntar Por donde me voy a River”, en vez de Por dónde me voy al estadio de River” símplemente “a River”. Ja, y… todavía no lo terminé de entender…

Ahora el momento.

Decir que he visto el show muchas veces es sino una falacia, al menos una falta de rigurosidad. Si digo que lo he visto muchas veces, no es pecifico que efectivamente el show me lo se de memoria. Gestos, muecas, bromas, cambios de instrumentos, canciones donde no le da el tono, canciones donde se emociona, sí, me lo sé de memoria. Es lo que llamo el momento de “y ahora viene…”. “Y ahora viene Live & Let Die y los fuegos de artificio” Lo he visto tantas veces que pensé que no iba a afectarme, seguro…casi me cago en los pantalones cuando viví los fuegos artificiales. “Y ahora viene Hey Jude y los nanananás” Que fome, todos los conciertos toca lo mismo…y ahí taba el pastel cantando nanananá y ojo, sólo cuando cantaban los hombres, no cuando les tocaba a las mujeres. Podría seguir con OblaDiOblaDa, o con Yesterday, o con tanta canción escuchada millones de veces. Tantas veces que pensé en que podría tocar otras cosas, que pensé que sería bueno incluir tal o cual tema. Y para qué. Si basta con sentir el hipnotismo, porque finalmente en eso se traduce la emoción. En sentirse como mirando un reloj gigante ir de lado a lado. Claro que en este caso el reloj tiene forma de Hofner Violín.

Es difícil decir en qué momento se produce el llanto, saber realmente en qué momento la lágrima se hace tal y deja de ser sentimiento. Difícil. Supongo que para mí fue al momento de verlo aparecer en escena. Aunque podría ser el momento en que empezaron a sonar los instrumentos. O quizás fue el momento en que me di cuenta de que la canción que solía ser el inicio de todos los shows de la gira había sido cambiada por una que me gusta más. Tiendo a pensar que fue el momento en que sonó The Long and Winding Road y generó esa angustia que corta la voz. De pronto pudo haber sido el homenaje a su partner en Here Today. O quizás el momento pudo haber sido cuando me di cuenta de que estaba ahí, de que el sueño se estaba haciendo realidad. Cuando comprendí que estaba compartiendo aire con una persona tan significativa para mi formación humanista. Cuando noté que había un pedazo de historia frente a mí, a ese fenómeno creativo y armónico que no toma líquido alguno entre canción y canción sigue con su voz lo más intacta que la edad y el carrete le permiten después de tres horas. A ese fanfarrón que se da el lujo de tocar sin otro apoyo que la guitarra. Cuando entendí que tal como alguien tuvo la oportunidad de ver a Mozart interpretar música, yo estaba viendo a Paul McCartney, al beatle McCartney. Cuando entendí que pasó lo que no tiene explicación.