RSS

...es causa y es efecto...

miércoles, 4 de julio de 2007

La escena transcurre así:

Un hombre de aproximadamente setenta años (o quizás más) avanza lentamente barriendo toda la basura que estaba en el suelo. El hombre, producto de su cuerpo añoso, recoge con dificultad envases vacíos de ciertos dulces, los pone dentro de su pala ayudado por su escoba, se dirige al basurero que estaba más próximo a él y se prepara para dejar la basura dentro del receptor. En ese momento, al parecer por un error de cálculo, la basura no cae dentro del tacho de la basura y se desparrama por todo el rededor del mismo. El hombre entonces se vuelve y comienza a barrer otro espacio de la plaza sin inmutarse por la falta de cálculo.

Esta postal ciudadana me hizo reflexionar sobre cómo nosotros en nuestra sociedad (no sé si “sociedad chilena” o sólo “sociedad”) podemos separar con tanta maestría dos conceptos que aparentemente debieran ir juntos. Me refiero al proceso y al resultado.

El proceso lo entenderemos como un conjunto de las fases sucesivas. Es decir, algo que podemos hacer en la medida que completamos las acciones previas. El resultado por su parte, es el efecto y consecuencia de un hecho, operación o deliberación. Dejaremos de lado la discusión nietzschiana en términos de qué es la causa o qué es el efecto para ponernos de acuerdo en algo fundamental; la gran mayoría de las veces en que se sigue un proceso, es porque se busca un resultado.

En el caso del viejito, él sólo le dio importancia al proceso. Probablemente el tipo podría sentirse feliz recorriendo la plaza con su escobita y barriendo los envases vacíos mientras le conversaba al perrito que lo acompañaba. A él le daba lo mismo si los envases caían o no en el tacho de la basura. O sea, no le importó que su trabajo no haya terminado con un resultado bueno. Es más, ni siquiera dimensionó que su trabajo formaba parte de un objetivo final que era dejar limpio ese espacio de la plaza. No tuvo sentido holístico en sus movimientos.

Si proyectamos esta tan poco trascendental situación en otros ámbitos de la vida de la sociedad chilena, veremos que en muchos de los casos, el resultado final del trabajo que se emprende en realidad pasa a un segundo plano en pos de lo “bueno que fue el proceso”. Es lo que ocurre cuando se “trabaja por trabajar”.

A modo de ejemplo, los invito a recordar lo ocurrido por allá por la lejana fecha de Enero de 2005. (Sí, han pasado dos años) En Santiago, comenzaron los trabajos de repavimentación de la Alameda Bernardo O´higgins debido a los problemas viales que presentaba. La misión era compleja, pues planteaba el desafío de tener esta arteria (“LA” avenida de Santiago) completamente restaurada en un plazo de dos meses, ya que al cabo de ese tiempo, los veraneantes volverían de sus vacaciones y el flujo vehicular volvería a ser el mismo que se presenta durante el año. Las autoridades, en ese entonces con la cara visible de don Marcelo Trivelli, dijeron que efectivamente esta tarea iba a estar resuelta en dos meses y ningún día más.
El resultado fue cierto. Al cabo de dos meses, Trivelli lucía una camiseta donde se podía leer una orgullosa frase que decía “Cumplimos” la cual venía acompañada por “tijerales”, en donde no faltó la copa de champagne y las frases alusivas a quien ríe último lo hace mejor.

¿Qué ocurrió al año siguiente? Pues podrán ver que esa avenida reconstruida tendrá que ser repavimentada nuevamente a causa del deplorable trabajo que se hizo, que se cumplió en el plazo de esos dos meses. El trabajo que realizaron en su momento los encargados, cumplió con terminar el proceso en exactamente dos meses sin importar si este trabajo iría a perdurar en el tiempo, ¿No les parece un tanto parecido al abuelito que recogía la basura y la echaba fuera del tiesto?

Si bien mi tesis se sustenta sobre ejemplos aislados, creo que no es descabellado pensar que se llega a separar el resultado final de su proceso debido a que nadie es capaz de plantear y seguir el objetivo final.

A nadie le preocupa esto. No existe una claridad del porqué hacemos las cosas, sólo se hacen mirando un objetivo específico y cortoplacista, lo cual distorsiona de cierta manera nuestro trabajo.

El abuelito perseguía el objetivo de mover su cuerpo, Trivelli perseguía el objetivo de mostrar que su entidad cumplía (y quizás con ello asegurar algunos votitos para su coalición a fin de año). Ni el viejito supo nunca que el objetivo es dejar la plaza limpia ni Trivelli fue capaz de darse cuenta que lo que queríamos era una Alameda que no tuviera que intervenirse a los tres meses de concluido el trabajo.

¿Más ejemplos? Fin de semana pasado, fútbol adulto entre Chile y Brasil. La idea planteada por el mismo técnico era No perder contra Brasil. ¿No perder? ¿Cuál es el objetivo acá? Si estás pensando que lo acabo de nombrar, estás comprobando mi teoría acerca de la no planificación del objetivo último. Lo que acabo de nombrar fue la meta del día específico y lo que no se es en qué parte del plan maestro se encaja este propósito.

Otro ejemplo más. Yo trabajo haciendo clases de capacitación en una fundación. Esta entidad entrega nociones básicas de manejos computacionales anualmente a millones de personas que ven un computador por primera vez. Estos cursos son gratuitos y tienen la posibilidad de acceder a ellos sólo mediante una inscripción en la municipalidad respectiva. Si bien este parece ser un trabajo loable y digno de admiración, déjenme contarles la otra cara de la moneda.

Los alumnos tal como les contaba, son personas que no han tenido acceso a computadores en su vida y se enfrentan de improviso a una máquina que se supone deben hacer funcionar en cinco días, teniendo sólo cuatro horas a la semana. Si bien esto no parece mayor desafío para uno, que creció descubriendo el manejo de los computadores, imagínense que será para una persona (generalmente mayor) encender el computador, saber cómo se maneja Paint, saber como se maneja Word, cambiar letras, reemplazar, poner fondos, insertar imágenes, insertar tablas. Luego de eso trabajar en Excel con autollenado, funciones matemáticas, autofiltros. Luego descubrir Internet (una mano en el corazón, ¿cuánto rato estuviste la primera vez que descubriste Internet?, bueno los viejitos tienen que estar sólo dos horas) para finalizar con Correo electrónico.

¿Alguien realmente cree que una persona puede asimilar todos esos conocimientos en cuatro horas diarias durante una semana? Claro, probablemente un joven o un niño pueden, pero recuerden que mientras más adulto, más complejo se torna.

Ahora bien, a mi fundación, a la fundación que auspicia, a la municipalidad y al gobierno en realidad poco le importan todas estas razones que esgrimí, porque lo que le interesa es publicitar a los cuatro vientos que se están capacitando personas, se está enseñando gratuitamente a personas todos los meses del año. Si a mi me vienen un promedio de 12 personas por cursos, ¿no sería más racional juntar veinte personas y capacitarlas por las mismas cuatro horas, pero por dos o tres semanas? Se generaría un resultado bastante más creíble que el que se da con LA semana de capacitación, semana que si tiene feriado, por supuesto da lo mismo, ya que ese día se pierde.

Otra vez más sale a relucir el proceso más que el resultado final, porque si nos circunscribimos a lo que efectivamente pasa, pareciera que el objetivo final es hacer saber a la gente que capacitamos, más que darles instrucción a las personas.

Lo bueno de esto es que una vez que termine de escribir, probablemente me tomaré un té y miraré por la ventana el sol mientras imagino que todo lo que escribí es sólo una apreciación subjetiva mía…