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Dudas

sábado, 14 de noviembre de 2009

Los veintiocho grados centígrados no molestaban mayormente en su interior, todo se movía con calma, incluso él en sus torpes intentos de disimular su nulo dominio corporal.
La gente que lo rodeaba parecía pertenecer a algún tipo de trópico, caribeña. Pensó en ellos y se sintió mejor, era el consuelo de tontos. Si todos son caribeños, no tenía por qué preocuparse de sus aturdidas caderas.


A medida que la noche avanzaba, seguía controlando un porcentaje bastante alto de los eventos que le rodeaban, a pesar de sentirse como una hostia en un encuentro de cultos mazónicos.

De pronto y sin mediar previo aviso, la música que escuchó le trajo las reminiscencias del pasado, eran voces que no podía ignorar, voces que están en el ADN de toda una generación, sea colombiana, chilena o vietnamita. El cantante va a pedir su mano y él quiere que le rebanen los sesos. No había alcanzado a sentir completamente la incomodidad cuando miles de seres comenzaron a moverse al son del ritmo, ensayando algoritmos que chocaban con su incapacidad de recordar coreografías. Pero no eran sólo coreografías, también en su mente estaba mantener la marcha en el lugar, mover las caderas, gesticular con las manos, preocuparse de hacer girar a su pareja, luego girar él y claro, sin perder el ritmo. No pudo evitar pensar que habría sido más fácil para él no ser músico, porque además tenía que sumarle los compases del cantante, los cambios de estrofa a coro, además tenía que preocuparse de admirar ese tipo de música que siempre le ha llamado la atención. Era difícil. Al menos era el único chileno entre tanto caribeño, era “perdonable” no moverse con tanto ritmo.

Pero cuando algo va mal, siempre irá peor. Su vista se clavó en esa pareja de amigos coterráneos que ensayaban los algoritmos coreográficos y pensó que el problema no era la sangre del país, era su propia sangre, la que hervía por sentirse torpe, por sentirse observado por miles de ojos que lo juzgarían y que se reirían de su fracaso, de su osadía de intentar hacer algo que sabe que no puede hacer. Pobrecito, como si alguien se fuera a preocupar de él.

Sin más, se detuvo en el acto ante los ojos atónitos de su pareja, nunca supo si lo entendía o no, pero a él poco le importó…sólo se detuvo.

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